Durante el recreo, asómense a la cantina, donde el alma se sosiega y el cuerpo se repone mientras se devoran bollos y bocadillos. Aunque algunos zagalones, alardeando de hombría, piden un copa de coñac, sin percatarse de que al unísono suena una voz enérgica y solemne –“Gregorio, se lo tengo dicho, no sirva alcohol a los chicos”-, y entonces un silencio inapelable se adueña de todos.
1946. Miren el movimiento pausado y firme, ras, ras, de esos zapatos marrones de cara redonda, de piel castellana con ribetes, ojalillos y pespuntes, mil veces lustrados y repulidos, que en otros mostrarían los pliegues y erosiones de la edad. 1949. Vean el pantalón gris, de franela, recién lavado y planchado, sin asomo de bocha ni arruga alguna. 1953. Tomen nota de la chaqueta color beige, recta e impoluta, perfectamente ajustada a la percha y adornada con un plegado y florido pañuelo de bolsillo; y del chaleco tostado, de punto. 1955. Posen sus ojos en la flamante camisa blanca, con el cuello adornado de una corbata roja o un pañuelo cuidadosamente ajustado.
1958. Añadan una nariz recta y bien formada, boca ancha y un tanto agobiada por una barbilla algo prominente, una frente lisa y desembarazada y un pelo escaso, pero terso y húmedo, aplastado con gomina hasta el cogote, donde se ondula un tanto descuidado. 1961. Redúzcanlo todo a unos ojos inquisidores, que ilustran un ceño grave y adusto, en medio del hall, atentos a la puerta cristalera y a la escalera por donde entran y luego suben presurosos, por no decir encogidos y asustados, los retrasados de siempre: los profesores – “¿Ha mirado usted la hora?” y alumnos –“Pollo, ¿dónde va? Se equivoca de escalera”.

D. Alfonso García, Jefe de Estudios durante dos décadas, en una imagen de 1946 (Menchón-Archivo Instituto).
1963. Si son de mi mismo sexo, suban conmigo la escalera de la izquierda; si no, la de la derecha, que todo aquí tiene su porqué y su orden. 1964. Escuchen desde aquí el rumor de la marea de los que, entre los empujones, atropellos y atascos, cambian de clase -”Pollo, usted, que es el más alto, recoja ese papel del suelo”-, y la algarabía de los que se arraciman en las puertas de las aulas celebrando la ausencia del profesor retrasado. 1966. Oigan cómo, plas, plas, en un visto y no visto, un sonoro toque de palmas escuchado a lo lejos convierte el pasillo, como por ensalmo, en un lugar desierto y proceloso, por donde nadie transita, adonde nadie se asoma.
1968. Abran con sigilo la puerta del aula, chist, si se atreven, y respiren el espeso silencio, solo interrumpido por la voz entrecortada del que, llamado al estrado –“Por favor, abróchese la chaqueta”-, con temblor de manos y baile de piernas, teme caer de la tarima al abismo, mientras recita el vocabulario o traduce un texto de Bernanos con entrecortada salmodia.
1969. Durante el recreo, asómense a la cantina, donde el alma se sosiega y el cuerpo se repone mientras se devoran bollos y bocadillos. Aunque algunos zagalones, alardeando de hombría, piden un copa de coñac, sin percatarse de que al unísono suena una voz enérgica y solemne –“Gregorio, se lo tengo dicho, no sirva alcohol a los chicos”-, y entonces un silencio inapelable se adueña de todos.
S/f. Ahí lo tienen en primera fila en la inauguración del curso, contemplando, complacido y benévolo, cómo los bachilleres sobresalientes recogen el diploma de sus honores. O paseando el patio entre distraído y ojo avizor. O, en compañía de otros, marchando de recogida a mediodía por la Corredera, con alguna estación en el Toky-Alay, el Maier o el Rolman, que no todo va ser guarda cuidadosa y disciplina.
2019. Si ustedes estuvieron allí y vieron y oyeron, como yo, algo de todo esto que cuento, seguro que saben, sin equívoco alguno, de quién hablo.
12 Comments
Fernando Martínez Serrano
19 marzo, 2019, 11:48A mí no me dió clase porque yo era de Inglés.De todas formas, creo que dejó su impronta en el Ibañez como Jefe de Estudios más que como profesor;por eso el título del artículo es un acierto de los de Pepe.
REPLYD.Alfonso nos parecía a los alumnos una figura seria, distante,autoritaria.Con el tiempo fuímos sabiendo que tenía sus debilidades,una amplia inquietud cultural y convicciones democráticas más firmes de lo que permitían los tiempos.
Tal vez por eso hizo un buen tandem con D.Francisco.
Figura singular la de D.Alfonso
Josefa Ayala Manzanares
19 marzo, 2019, 18:45Yo también temblaba al verlo, en el pasillo o en el aula Sin embargo, fue él quien convenció a mi padre para que continuara mis estudios, y más tarde, cuando fuí a pedir plaza como interina, convenció al director para que me la concediera . Tengo un magnífico recuerdo de Don Alfonso( malgré tout)
REPLYCelia Martínez
19 marzo, 2019, 21:50A mí me causaba verdadero pánico su mirada cristalina, fría. Un día me hizo recoger las cáscaras de pipas que algún descuidado » pollo» había echado en el vestíbulo del Instituto. Lo hice sin rechistar , claro , y me volví al aula a toda prisa y sin ir al aseo que era a donde me dirigía antes del fatídico encuentro.
REPLYPilar Quiñonero
19 marzo, 2019, 22:09Era mi profesor de francés y su presencia en clase con su aspecto y sus formas tan autoritarias, era para echarse a temblar…y así transcurría cada hora de francés, temiendo que te llamara a su mesa porque allí ya las piernas casi no te sostenían.
REPLYObdulia Guirao
19 marzo, 2019, 22:50Yo no estuve allí, pero parece que veo y oigo y respiro esa tensión en el ambiente Tales la semblanza que haces. Menudo tipo… No me atrevo a decir más…
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